
La emoción del disgusto es sinónimo de rechazo hacia alguna persona, situación u objeto. Suele ser una manifestación de una actitud negativa, de enfrentamiento y/o de oposición frente aquello que “nos cae mal”. Son emociones casi equivalentes al disgusto la hostilidad, el resentimiento, el rechazo, el desprecio, la acritud… Cuando el disgusto está dirigido hacia una persona, suele relacionarse con la ira y con estados emocionales vinculados a ella.
Las reacciones motrices que pone de manifiesto el disgusto dirigido a las personas son variadas; en general, son habituales los comentarios negativos hacia las personas con las que estamos disgustados, los insultos o las descalificaciones en relación con las conductas que provocan dicho sentimiento. A nivel cognitivo, el disgusto se manifiesta a través de pensamientos que devalúan, culpan y penalizan el comportamiento de la persona con quien estamos disgustados.
El disgusto forma parte de un proceso aversivo. Se trata de algo que estamos rechazando, sea o no una persona. De hecho, la emoción del asco (otro nombre para el disgusto, centro de su familia de emociones aversivas) tiene mayor relevancia de la que solemos otorgarle. El asco es más fuerte que el disgusto y tiende a referirse más a las cosas que a las personas, en cuyo caso expresiones como ”Me das asco” tienen connotaciones insultantes.
La emoción del asco se refiere generalmente a algo respecto a lo que expresamos un fuerte sentido de repulsión y que percibimos por su cierta peligrosidad debido a su capacidad de contagiar, infectar o contaminar por ingestión o contacto. De alguna manera, pues, se vincula al miedo, y el disgusto a otro tipo de miedo: a la frustración de que no se cumplan las expectativas depositadas.
Si el disgusto causa frustración y luego rabia, el asco como fenómeno aversivo causa conmoción, capta totalmente la atención mientras actúa y se fija en la memoria. Si bien esto es cierto, el atractivo de lo aversivo es algo que está constatado. Algo nos repugna, pero al mismo tiempo nos mueve la curiosidad que se centra en el interés, de manera que parece haber cierta contradicción. La repulsión conlleva emociones que nos vuelven a acercar a aquello que habíamos decidido alejar.
Referencias:
Redorta, J., Obiols, M., Bisquerra, R. Emoción y conflicto. Aprenda a manejar las emociones. Paidós, 2006.